lunes, 4 de junio de 2007
En la hora del sueño
Se ven médanos, la sal agitada espera por alguien. Vívidos deseos flotan en el aire denso sintiendo el roce de las ramas húmedas, gimiendo y exclamando por la savia ancestral.
A lo lejos, en el prado, descansa el gigante de magma, tan extraño en su calma, adormecido por la bucólica tempestad que comprime su vientre. Su figura se funde con la noche; piel e inmensidad en la hora fugitiva.
Se oye gritar al eco, sismos de arena bañan la fértil espesura con su inercia. El retoño deja brotar la sangre de su herida, lamentando la ausencia de la voluptuosidad, aquejado por la pereza que lo posee en su cadencia estival.
La invisible bruma acomete contra el ataviado dolor. A lo lejos el aquelarre se siente afortunado, las piedras danzan en torno al fuego, y la caravana de espíritus arroja lúgubres clamores.
¿Es esto un coro de tormentos mostrando su señal, la fuga de mil vientos hacia la aspereza del ayer?.
Grises formas dominan el paisaje, viejos rastros agrietando la muda soledad.
 
publicado por Alejandro a las 3:03 | enlace permanente |


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